Escrito en el siglo XV en un idioma o código que nadie ha podido descifrar y acompañado con ilustraciones de plantas raras o inexistentes, símbolos astrológicos, criaturas con formas de medusas y mujeres desnudas, el Manuscrito Voynich es un libro tan frágil como requerido. "Acoso" y "suplicio" son las palabras que usa el editor Juan José García Gil para describirle a BBC Mundo la situación de la Universidad de Yale, que ha tenido que establecer un acceso restringido al códice.
Lo que se sabe del códice
Con su mundo onírico indescifrable, el Manuscrito Voynich ha obsesionado a un sinnúmero de expertos, generando teorías complementarias y contradictorias sobre sus orígenes y posibles significados. Ni siquiera hay consenso de si contiene información significativa para la humanidad o es sólo un engaño muy elaborado.En 2004, Gordon Rugg, investigador de la Universidad Keele de Reino Unido, alborotó a los voynicologistas al publicar un estudio que afirmaba que el histórico libro podría haber sido creado por un estafador en tan sólo tres o cuatro meses, con las ilustraciones incluidas.
Se cumplen 50 años desde que el manuscrito Voynich, un incunable de principios del siglo XV, fue donado a la biblioteca de Yale. Y la humanidad sigue sin saber lo que dice. Se pensaba que la confluencia de las últimas tecnologías y la potencia en computación resolverían el enigma. Pecábamos de ingenuidad o de soberbia.
¿Y la inteligencia artificial? De momento, tampoco ha servido. El experimento más ambicioso ha sido el de Greg Kondrak, profesor de Ciencia Computacional de la Universidad de Alberta (Canadá), que ha elaborado un método para encontrar el idioma original en textos cifrados. Para ello utiliza varias clases de algoritmos, basados en la frecuencia con la que aparecen los caracteres… Su método sí que funciona con cifrados típicos de sustitución (que cambian unas letras por otras), pero cuando lo aplica al Voynich se encuentra con dificultades añadidas. Por ejemplo, Kondrak piensa que en el Voynich también hay anagramas, es decir, una segunda clave que volvería a ‘barajar’ cada letra dentro de cada palabra.
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